lunes, 30 de abril de 2012

Beth Short: Un ángel perdido en la ciudad de la noche

Si hubo un año en el que Hollywood se convirtió en una promesa mayor de lo que ya es de por sí, esto sucedió en 1946. 

La ciudad que para ese momento se había vuelto emblemática de la industria fílmica estaba recibiendo los beneficios de las enormes ganancias económicas de la post-guerra y estaba creciendo como nunca.

En ese momento la afluencia a las salas de cine se disparaba, no sólo porque regresaban los soldados de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, sino también porque debido a la victoria aliada el cine de origen norteamericano ahora tenía un alcance mundial. El cine made in Hollywood vivía su más grande boom. La gente acudía a ver películas que en ese momento tenían un éxito tanto comercial como de crítica (y que hoy son clásicos) como The Best Years of Our Lives, It’s a Wonderful Life, Notorious ó Gilda.

La ya de por sí moderna Los Ángeles se convertía en ni más ni menos en la capital cultural del mundo de la inmediata post-guerra. El cine lo era todo. La televisión aún estaba en pañales y el radio estaba pasando a segundo término. El cine ocupaba los sueños del mundo.

La ciudad era una luminaria que atraía gente de todo Estados Unidos y del mundo, esperanzados de ser parte de ese crecimiento, de lograr el éxito, la fama, de cumplir sus sueños. Era una luz cegadora que atraía personas deseosas, cuanto menos, de codearse con el glamoroso ambiente del cine. De tan siquiera ver de lejos a estrellas como Rita Hayworth, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, James Stewart… De acudir a los lugares de moda, de comer donde ellos lo hacían, de caminar en las mismas calles… Sentirse parte, aunque fuera marginalmente, de ese mundo.

Eso era parte de la fantasía de Elizabeth Short.

Elizabeth (O Beth, como se hacía llamar) era una jovencita de 22 años proveniente de Medford, Massachussets (en las afueras de Boston), hija de una familia clasemediera venida a menos. Llegó a California a mediados de 1946 con el objetivo primordial de independizarse de su familia, pero lo que más deseaba en el mundo era ser parte del mundo del cine, de alguna forma, de cualquier manera.

Desde muy pequeña Beth aprendió a valerse y a sobrevivir por ella misma. Desde los 16 años, que fue enviada a vivir a Florida con unos tíos para poder sobrellevar los meses de invierno y que no le afectara a su asma, a Beth no le quedó más remedio que salir a las calles y ganarse el sustento por sus propios medios. En esta época se desarrolló y se convirtió en una mujer atractiva que aparentaba tener mayor edad. Pronto aprendió también que su apariencia y una actitud de seguridad le abrían bastantes puertas y que con ambas cosas siempre podía salirse con la suya.

Desde entonces vivió una existencia nómada, consciente de su atractivo, pensando que su talento radicaba principalmente en su apariencia y en cómo podía manipular a los demás con esta. En Florida (y un tiempo en California, en donde vivió unos meses con su padre) empezó a frecuentar bares y lugares de moda y solía coquetear con hombres, principalmente soldados.

Fue en Florida que conoció a dos hombres. Uno de ellos fue al Teniente Joseph Gordon Flicking, con quien desarrolló una profunda amistad. El otro fue el Mayor Matthew Michael (“Matt”) Gordon Jr., con quien casi inmediatamente comenzó  vivir un romance. El Mayor Gordon le llegaría a proponer matrimonio a Beth. Sin embargo esto no llegaría a ser. Matt moriría en un accidente de aviación pocos días después de terminar la Segunda Guerra Mundial. Este suceso hundió a Beth en una profunda depresión de la que ya no se recobraría del todo. Todas las personas que la conocieron tras esto contaban que Beth sólo hablaba de su difunto prometido y les enseñaba a todos (Inclusive a hombres que la pretendían) fotos de su prometido -como la que se muestra abajo- y de cómo había sido su relación.

Tras la muerte de Matt Gordon la relación entre Joe Flicking y Beth Short pasó de ser una simple amistad a un noviazgo más o menos estable. Cuando Flicking fue transferido a Long Beach, California, en Julio de 1946, Beth fue con él, aparentemente ya comprometidos en matrimonio, o por lo menos eso fue lo que le explicó Beth a su familia.

Es muy posible que en efecto hayan estado comprometidos ya que durante los primeros dos meses en California Joe y Beth vivirían juntos. Sin embargo Beth no había olvidado su sueño y sus ganas de ser actriz y de aparecer en películas. Muy poco después se ausentaría por días completos de la casa que compartían para pasearse por Columbia Pictures, tal vez esperando a que la descubrieran. Frecuentaba los bares de moda, se paseaba con lo último de la moda por Hollywood, desesperada por hacerse notar.

Llegó un momento en que Beth comenzó a quedarse con amigos y conocidos que la hospedaban cada tantos días en su casa. Hizo amistad con Anne Toth, quien era la novia de Mark Hansen, el dueño de un teatro y un club nocturno que tenía turbias relaciones con el crimen organizado en Los Ángeles. Anne le pidió a Beth que se quedara a vivir un tiempo con ella, convirtiéndose en compañeras de habitación.

Mientras, Beth trabajaba como mesera en algunos bares de moda en el centro de Los Ángeles, de nuevo, esperando ser descubierta por algún director o productor. De tanto en tanto lograba acudir a un casting y hacer audiciones para papeles pequeños o para modelaje. Nunca tuvo éxito en conseguir siquiera una prueba en pantalla. De alguna manera Beth comenzó a impacientarse ya que el éxito que esperaba que fuera inevitable se volvía difuso y esquivo. Por otra parte ella confiaba demasiado en que su aspecto, su juventud y su belleza por si mismos le ayudaran a conseguir lo que quería y no se molestaba en estudiar actuación o siquiera memorizar unas líneas.

Tampoco hacía mucho por su persona. Aunque es cierto que no le costaba trabajo conseguir trabajos de mesera o recamarera (tenía experiencia en ello desde sus días en Miami) gastaba todo lo que ganaba en comprarse ropa cara y de moda, quedándose muchas veces sin un centavo para alimentarse. Esto se traducía que llegaban días en que no probaba alimento alguno y tenía que recurrir a la eventual invitación a comer por parte de algún espontáneo pretendiente. Debido a esa irregularidad en su alimentación, Beth se mantenía delgada, si… Pero tenía muy mala salud, lo cual se evidenciaba en el deterioramento de su dentadura: después de cinco meses viviendo en California muchos de sus dientes estaban cariados y casi todas las muelas necesitaban empastes, los cuales ella misma se los hacía con cera.

La higiene también llegaba a ser un problema. Le costaba trabajo encontrar dónde lavar su ropa. Le era más fácil irse comprando nueva. Bañarse también solía ser una dificultad, ya que muchas veces pasaba de casa en casa, de hotel en hotel, pasando entre tres y cinco días por lugar. Muchas personas sospechaban que hacía amistades con otras mujeres para poder llegar a la casa de ellas y tener los “elementos de higiene femenina” que muchas veces necesitaba.

Beth era la típica muchacha que le hacía plática a extraños, pero pese a lo coqueta y atrevida que parecía de entrada lo cierto es que era bastante tímida y reservada en el asunto del sexo. De las docenas de pretendientes que tuvo durante esos primeros meses en Los Ángeles se pudo establecer que tuvo relaciones sexuales con menos de cinco de ellos. Muchos de los hombres que la conocieron afirmaban que era una jugadora y manipuladora que al llegar al asunto del sexo, lo evadía olímpicamente. Pero habrá que tener en claro que Beth era una chica de familia clasemediera con una educación conservadora. Mantuvo relaciones sexuales con estas personas porque de alguna manera parecía que podían llegar a ser relaciones serias, pero no lo fueron.

Posteriormente se diría que Beth se había convertido, al final del año 1946, en una prostituta de lujo… Una call-girl. Sin embargo tanto Anne Thot como otras amigas suyas desmintieron eso. Beth Short no se iba con cualquiera. Beth era incapaz de hacer un trabajo como esos. No tendría ni el estómago ni el valor para hacerlo. Inclusive Mark, el novio de Anne, dijo que le ofreció un trabajo como ese y que Beth lo rechazó –diplomáticamente- de inmediato. “Ella no era de ese tipo de chicas”.

Es fácil darse cuenta por qué muchos pensaron ello. Como decíamos, era una chica atractiva, elegante, frívola y superficial que le hacía plática a extraños en bares y lugares públicos  y que no merecía ser tomada en serio. Sin embargo, ella no perdía esperanza y se la pasaba buscando al amor de su vida… Su príncipe encantador que la protegería y que la ayudaría a cumplir sus sueños de convertirse en estrella de cine.

Beth era una chica que estaba perdida. No tenía dirección ni un motivo real en su vida, más que su anhelo de participar en una película o hacerse famosa. No tenía un solo plan o una sola idea de cómo lo lograría, más que el empuje de intentarlo. Ella estaba comprometida por completo a esa tarea, no importando que no tuviera los medios. Era incapaz de comprometerse, lo cual puede evidenciarse en su relación con Joe Flicking. El amor para ella era más bien una idea romántica, un asunto ideal. Para ella lo más importante era su idea sobre su futuro. Nada más. Mientras, se hacía camino como podía. Era una mujer muy independiente y si se apoyaba en hombres era más bien por manipular o por imitar a las heroínas de sus películas favoritas. No era ninguna damisela en peligro. Tenía en claro lo que tenía que hacer para sobrevivir...

Un poco cansada de no hacer progresos ni avances y de ver un futuro completamente incierto se fue a hospedar con unos amigos de su familia, los French, en San Diego, en donde pasó las navidades de 1946 y recibió el Año Nuevo 1947.

El 9 de Enero de 1947 Beth convenció a su nuevo amigo (lo había conocido unas tres semanas antes) Robert Manley que la llevara de regreso a Los Ángeles. A Manley le dijo que su hermana acababa de llegar de visita a Los Ángeles y quería mostrarle la ciudad, lo cual luego se descubrió que era mentira. Durmieron juntos (sin mantener relaciones sexuales) en un hotel en la noche entre el 8 y 9 de Enero y, al mediodía siguiente, emprendieron el viaje en automóvil hacia Los Ángeles.

Durante el viaje Beth le contaría a Manley que poco antes de ir a San Diego había conocido a un importante director de cine y que quizá le daría un papel en su próxima película. Por más pequeño que fuese el papel a ella le emocionaba porque, como sea, era cumplir por fin su sueño. También le contó que pensaba ir a Chicago muy pronto porque le habían prometido un trabajo como modelo en una agencia de aquella ciudad. En ese viaje Beth parecía tener muchos planes para el futuro.

Ya en Los Ángeles, pasaron a la terminal de autobuses Greyhound donde Beth dejó su equipaje en un locker. Tras eso, Manley dejó a Beth en el lobby del Hotel Biltmore, en el centro de la ciudad, poco antes de las 7:00 PM. Se despidieron con sencillez. Beth le sonrió a Manley y le dijo que muy pronto le escribiría o le llamaría. Manley regresó entonces a San Diego.

Beth se quedó varias horas en el lobby del Hotel Biltmore. Como era su costumbre, se enfrascó en amenas pláticas con el recepcionista, con los botones y hasta con algún inquilino. Como era de esperarse no preguntó por persona alguna en el hotel. Sólo se quedó a pasar el tiempo y hacer varias llamadas telefónicas. Luego se confirmó que una de ellas había sido hecha al novio de Anne, preguntando algo sobre un club y la posibilidad de trabajar ahí. Poco pasadas de las 10:00 PM se despidió del recepcionista y salió a la calle.

Caminó por Olive Street en dirección sur. Varias personas la vieron caminando por la calle. Llevaba un traje sastre negro con un suéter del mismo color. Llegó hasta la intersección de la Octava Avenida y Olive Street, donde se hallaba el Crown Grill.

La mesera del Crown Grill era amiga de Beth. Se vieron cerca de la barra y se saludaron brevemente. El bartender también la conocía y quizá fue la última persona conocida que la reconoció. Afirmó haberla visto poco antes de las 11:00 PM. No recordaba si estaba sola o acompañada.

Y después de eso ninguna persona supo que fue de Elizabeth Short.

A partir de este momento sólo tenemos la imaginación para reconstruir lo que pudo haber sucedido.

Si estaba en un bar era obvio que era para conseguir o que alguien le pagara una comida o para ser visible. Quizá para las dos cosas. Entró sola al bar, así que o había quedado con alguien previamente o conoció a alguien ahí con quien se enfrascó en una larga conversación.

Sabemos que tuvo que haber salido con alguien del Crown Grill. Sin embargo aunque muchos parroquianos la recordaron dentro del lugar nadie recordó si tenía compañía o a qué hora salió o con quién. Si salió fue claro que fue por su propio pie. Todos recordarían si una mujer con ese aspecto hubiera salido inconsciente o en los brazos de alguien pero nadie notó algo extraño.

La persona con quien salió tuvo que haber tenido un vehículo propio, estacionado cerca del bar. Esto, en primer lugar, debido a que no hubo ningún taxista o transeúnte que reportara haber visto a una mujer con la descripción de Elizabeth Short en los alrededores de Olive Street en ese momento, sino porque -posteriormente a los hechos- un testigo observaría un Ford Sedán de color oscuro, modelo 1936. Ya llegaremos a esa parte.

Y la persona con quien se fue Beth tuvo que haber tenido un lugar propio. Debido a los hechos materiales que se pudieron observar posteriormente, el lugar tuvo que haber sido amplio y con vecinos distantes. No pudo haber sido un departamento sino una casa, taller o bodega debido al espacio que se necesitó.

¿Por qué se habrá ido con ésta persona? La personalidad de Beth nos hace pensar que es muy posible que hubiera conocido a esta persona previamente. Ya que fuera un conocido superficial o una amistad de segunda mano (el amigo de un amigo), es muy posible que eso le hubiera hecho bajar la guardia más que si fuera un extraño elocuente y persuasivo. No habría que descartar la segunda opción, de todas maneras. Tal vez le ofreció algo… Tal vez sólo hospedaje, tal vez algo que le ayudaría a su carrera… Eso si será imposible de determinar.

También será imposible de determinar qué pasó entre los dos (Persona X y Beth) las siguientes horas, durante la madrugada del 10 de Enero. Tal vez la relación entre los dos fue buena hasta que la trampa se cerró, tal vez la trampa se cerró demasiado pronto… Tal vez Beth nunca se dio cuenta que era una trampa hasta que ya no hubo marcha atrás. No sabemos si sólo era la Persona X o si había una Persona Y, Z o las que fueran…

Sabemos bien que Beth ya no saldría del lugar al que había sido llevada. A pesar de ser una persona muy abierta y desenvuelta socialmente nadie volvió a verla y nadie supo más de ella. Beth acostumbraba comunicarse con frecuencia con Joe Flicking (seguían con su amistad) y con su madre Phoebe. La última comunicación que recibió Joe de Beth fue una carta fechada en San Diego el 9 de Enero. La última conversación telefónica entre Phoebe y Beth fue el 9 de Enero también, cuando Beth le comunicó a su madre desde San Diego que iba de vuelta a Los Ángeles y quizá después fuera a Chicago. No hubo posterior comunicación y esto le extrañó a ambos (Joe y Phoebe) aunque pensaron que probablemente estaría ocupada. Tampoco Beth se dejaba de comunicar tanto tiempo así que sólo queda suponer que a partir del 10 de Enero Beth Short fue tomada como prisionera en una casa habitación de la zona metropolitana de Los Ángeles, probablemente en el área Norte-Central.

¿Cómo fue tratada? Es difícil saberlo. Fue bien alimentada, eso es lo único claro. No volvió a salir de la propiedad. Si fue confinada a un espacio cerrado no lo sabemos. Si se mantuvo maniatada y reducida a un espacio, no lo sabemos. Igual la mascarada pudo haber sido mantenida otro día más de ser una invitada. Esos días son un misterio para nosotros. Debido a la situación final ni siquiera podemos saber si se pudo procurar higiene en ese lapso.

Es curiosa la duración del lapso entre su desaparición y su posterior aparición. Son precisamente cinco días. Ni más ni menos. Nos orilla pensar a que fue orillada a tener sexo con alguien y que ella dio por excusa que tenia la regla, y así la encerraron por los cinco días que le duraría. Claro está que esto es una suposición, pero lo es toda idea de lo que haya podido sucederle en ese lapso en que desapareció.

En algún momento en esos cinco días alguien acudió a la terminal de los autobuses Greyhound y extrajo la maleta de Beth del locker. Nadie vio a la persona y nadie sabe hacia dónde se llevó las cosas.

El otro dato seguro que tenemos sobre su cautiverio es que en algún momento de la noche entre el 13 y el 14 de Enero Beth se halló desnuda y maniatada de pies y manos, suspendida en el aire en posición invertida. No fue amordazada y tuvo que haber gritado por ayuda, lo cual nos indica que el autor o autores de su martirio sabían que sus súplicas no serían escuchadas por los vecinos. Si fue una situación sorpresiva o si fue a algo que vio venir es algo que también ignoramos.

Durante las siguientes horas fue sometida a torturas y humillaciones. Fue obligada a comer excrementos. Fue quemada en la espalda con colillas de cigarros. Se le arrancó vello púbico desde las raíces y se lo insertaron vía anal. Fue violada repetidamente con un objeto alargado, probablemente el mango de una escoba. Fue golpeada repetidamente en el cuerpo pero principalmente en el cráneo. Todo esto en un curso de entre 12 y 18 horas. Se le hicieron cortes poco profundos en la piel con la plena intención de hacerle sentir dolor. El más grave fue una incisión en el rostro formando la letra B (¿Beth?).

Tras someterla a este tratamiento ininterrumpido el autor inició el final. Procedió a hacerle un corte extendido desde la comisura de los labios en forma ascendente hacia ambos lados de las mejillas (Lo que se conoce como “Sonrisa Glasgow”). Como al parecer se movía mucho y gritaba la golpeaba constantemente tanto para que se estuviera quieta como para que guardara silencio. La continua pérdida de sangre (por casi 18 horas) además del trauma a la cabeza y el dolor hicieron que a Elizabeth Short le fallara el corazón y muriera poco después de la medianoche del 15 de Enero de 1947.

Tenía 22 años.

La muerte de Beth pareció enfurecer aún más al autor. Comenzó a golpear el cuerpo con más violencia y procedió a violarlo vía anal, vaginal y oral con diversos objetos. Le introdujo más vello púbico en la boca antes de desatarlo y arrastrarlo por el suelo.

El tratamiento post-mortem que efectuó sobre el cuerpo es difícil de comprender. Al parecer primero la colocó en posición semisedente y entonces procedió a separar el torso de las extremidades inferiores desde la cintura. Cortó la columna precisamente en la separación de dos vértebras lumbares y luego procedió a separar el torso, cortando el intestino a la altura del duodeno e impidiendo que el contenido del estómago de Beth (predominantemente heces humanas) se vaciara. El proceso tuvo que haberle ocupado varias horas ya que el rigor mortis ya había iniciado una vez separó las vértebras.

Luego transportó las partes del cuerpo a un receptáculo con agua (muy probablemente una tina) en donde procedió a desangrar el cuerpo por completo (no se halló una sola gota de sangre) y luego a lavarlo y bañarlo para quitarle toda suciedad y manchas que pudiera tener. La limpieza concienzuda del cuerpo resulta intrigante, ya que no podemos determinar si servía a algún motivo utilitario o a alguna razón ritual con el cadáver. Por otra parte es muy posible que  la única razón por la que desangró el cuerpo es no quería que se manchara el vehículo, por lo cual necesitaría eliminar cualquier posibilidad de que chorreara sangre. Por último, este tiempo “de calidad” con el cuerpo podría indicar sencillamente tendencias necrófilas y una necesidad de permanecer más tiempo con ella, lo cual nos indica sin lugar a dudas que la conocía de antemano y que fantaseaba con ella previamente a su secuestro.

Esa labor pudo ocuparle varias horas. Luego lo sepultó entre hielos y esperó a que amaneciera.

Poco antes de las 7:00 AM del 15 de Enero de 1947, casi a punto de amanecer, un testigo vio acercarse con los faros apagados a un Ford Sedán de color oscuro modelo 1936. El automóvil venía despacio, procurando no hacer ruido con el motor y se detuvo, dirección Norte-Sur, en una acera del Parque Leimert, en Norton Street, Los Ángeles Sur Centro. Se detuvo en la oscuridad por varios minutos. Poco después el Ford había desaparecido.

Varias horas después, pasadas las 10:00 AM, una mujer que paseaba en las orillas del Parque Leimert con su hija descubrió lo que pensó de momento era un maniquí despedazado entre la hierba a pocos metros de la acera. Temiendo que fuera un cadáver llamó a la policía.

El cadáver de Elizabeth Short estaba en una pose satírica casi parodiando disposición sexual. El torso y las piernas se hallaban separados por una distancia de poco menos de un metro pero en posición anatómica. Las piernas se hallaban extendidas, de modo que eran visibles los órganos sexuales. Los brazos se hallaban flexionados con las manos cerca de la cabeza. Los órganos internos estaban perfectamente doblados y acomodados dentro del torso. Le faltaba un pedazo de rodilla y uno de los pechos había sido mutilado. El forense dictaminó que estas últimas mutilaciones habían sido hechas in situ en la escena del crimen secundaria. 

La elección de la escena del crimen secundaria es también algo significativo. Si se halló el cuerpo tan rápido se debió a que estaba muy cerca de la acera. Esto nos lleva a concluir que quería que encontrasen el cuerpo en el curso del día, degradando aún más a la persona por la oscura parodia de ofrecimiento sexual. Esto nos indica aún más no sólo un conocimiento amplio y adquirido sobre su víctima, sino sentimientos mezclados de amor (que la encuentren rápido) y odio (humillación). La posición final y la última mutilación indican sentimientos y pasión por la persona, así como una misoginia incontrolable. La persona pensaba que debía tener el control sobre su víctima sólo porque ella era mujer, y que ella debería de entenderlo. Esto nos da un atisbo de motivo en el que quizá si fuera un rechazo sexual.

El bolso y los zapatos con que fue vista por última vez se hallaron en un depósito de basura a varias cuadras hacia el norte de donde se halló el cuerpo. La ropa y el resto de sus pertenencias nunca fueron hallados.

El cadáver se identificaría un par de días después cuando las huellas digitales coincidirían con un arresto que se había hecho en 1943 cuando Beth fue detenida por beber siendo menor de edad.

¿Quién hubiera dicho que la foto que haría famosa a Beth Short sería la de su ficha de arresto? ¿Quién hubiera dicho que su pasaporte a la fama sería la muerte? Pero ahora Beth ya era famosa. 

Y la información deformada, los chismes, se fueron confundiendo con la información real. En los diarios y en la radio la imagen de Beth se fue deformando hasta convertirse en una diabólica pecadora y seductora que obtuvo su merecido. Tal vez no fuera equiparable su crimen a su castigo pero todo pecado es expiado y la dureza de su sufrimiento ayudaría a ese pobre ángel perdido (que algún periodista bautizó como “La Dalia Negra” debido a su preferencia por la ropa negra) a llegar al cielo. Descanse en paz, Elizabeth Short (Alias) La Dalia Negra.

El caso estuvo viciado de antemano. El manejo de la evidencia fue nulo. Los periodistas interferían descaradamente en el caso, robando información, inmiscuyéndose en los interrogatorios, queriendo meterse y hasta influir en la historia. En la ciudad del show-business el asesinato de Beth Short se convertiría en una celebridad propia que tenía que atraer publicidad, destruyendo toda oportunidad de tener un ángulo que permitiera poder descubrir al culpable. El crimen nunca sería resuelto porque se perdió demasiado tiempo, evidencias, pruebas forenses… Fue el caso muestra de todo lo que no debía de hacerse en una investigación criminal.


En 1947 la ciencia forense no estaba en la infancia pero lo cierto es que el pésimo registro y nula recolección de evidencias no le dejó a los investigadores con qué trabajar. Al carecer por completo de pistas o líneas de investigación los detectives se centraron en recrear el ambiente en que vivía Beth, esperando que el autor fuera un conocido suyo o que alguien supiera algo. Investigación ruda al modo antiguo. Aun así encontraron nada. Los mayores sospechosos para la policía (personas con antecedentes de violencia sexual que conocían de alguna manera a Beth) siempre resultaron tener una importante coartada para el momento de su desaparición. La investigación quedó estancada y es muy probable que nunca se resuelva. Uno de los principales investigadores en el caso estaba convencido que el autor no era ninguno de los sospechosos conocidos.

Sabemos que debía tratarse de una persona adulta –entre los 25 y 40 años-, casi seguramente de sexo masculino, viviendo solo o que tenía un espacio propio que le permitía estar aislado por largos periodos de tiempo. Sabemos que era una persona de clase media ó clase media alta, con un trabajo estable y un ingreso constante y de buen nivel. Podía, por ejemplo, contar con acceso inmediato a grandes cantidades de hielo, algo que no era tan sencillo en 1947. Era una persona de tendencias sádicas, lo cual puede verse en el prolongado asalto al cuerpo. El provocar sufrimiento, y continua denostación y humillación a la persona hasta convertirla en un objeto denota no sólo fantasías de sadismo sexual (el tener a la víctima inmovilizada y a su merced) sino una amplia experiencia en actos de esta naturaleza. Esto, así como la organización, seguridad y desarrollo de sus planes podría sugerir un pasado militar (lo que podría justificar el interés y confianza que Beth le depositó en primer lugar). Al perder el control y entrar en cólera una vez que su víctima murió repentinamente demuestra inmadurez emocional. En contraste, la tranquilidad y paciencia que le dedicó al tratamiento post-mortem indica experiencia con el manejo de cadáveres, lo que nos podría sugerir que ésta no fue su primera víctima.


Tenemos que ubicar el crimen en su época. Regresando al asunto del cine, las películas de los años 40’s nos indican que los hombres debían ser muy masculinos, valientes, atrevidos, hacer las reglas por si mismos y hacerse seguir y respetar bajo cualquier circunstancia. Por otro lado una mujer debía ser dócil, obediente, sumisa, en todo caso manipuladora –sí- pero que debía seguir y respetar a un hombre cualquiera que fuera la circunstancia. Si nos ponemos a meditarlo, es muy irónico que los clichés de los protagonistas de las películas que tanto adoraba Beth Short fueran los responsables directos de su asesinato.

De alguna manera el autor nos emerge como un hombre muy inseguro y violento que intentó aproximarse con el cliché del héroe de esas películas para salvar a la damisela, pero al no recibir la atención y el respeto que sentía merecer reaccionó con toda la furia hacia una mujer que no le daba el lugar a él, como hombre, que merecía. Todo indica a que la mató porque no recibió atenciones sexuales por parte de ella, algo que en la mente del autor, debía ser algo obligatorio entre ellos. Muy probablemente si estaba seguro de que Beth era una prostituta o –en su defecto- que su postura y desenvolvimiento delataban que era promiscua. Al ser rechazado lo único que le quedó por hacer –en su mente- era castigar a la pecadora y exhibirla de la manera obscena y grosera que debía de merecerlo.

Han pasado 65 años desde el crimen de la Dalia Negra. Es triste pero muchos de los crímenes perpetrados contra mujeres hoy en día (Ciudad Juárez es el ejemplo vivo) se originan desde la misma actitud masculina que las mujeres  deben de rendirle pleitesía a los hombres y que éstas sólo sirven como objeto sexual. Quizá los detalles de los casos no sean tan escalofriantes ni tan misteriosos como con Elizabeth Short, pero el patrón sigue siendo el mismo: hombres violentos e inseguros modelados por el ambiente y las ideas machistas que exigen a toda costa que las mujeres sean su propiedad, y que por ello las cosifican, las degradan, las humillan y les extraen por la fuerza toda característica humana porque ellos se sienten dueños y señores de sus destinos, porque ellos son los reyes, porque ellos se lo merecen todo. Porque las mujeres ni siquiera pueden pensar o aspirar algo si no es con permiso de ellos. Porque una mujer debe estar encerrada en su casa, con su guardia particular, sin salir jamás (como lo estuvo Beth, prisionera en una casa que no le pertenecía) y que si desobedecen los mandatos de su amo serán castigadas y humilladas repetidamente.

De alguna manera, entonces, Beth Short se erige como una mártir en la lucha de género. No debe ser considerada como una víctima frívola de la búsqueda de fama, sino en el símbolo de toda mujer que está segura de su camino y de su plan de vida y que ve su camino truncado por la estupidez machista de “Tu me perteneces sólo por ser mujer”.

No es difícil admirar a Beth Short pese a todas sus fallas como persona. Tal vez precisamente debido a ellas es más admirable. Es admirable solo porque hasta el final quiso ser ella, no importando lo que tuviera en contra. Es admirable porque tenía este empuje y toda esta fuerza de voluntad indomable. Yo si admiro a Elizabeth Short, quien debiera ser un ejemplo a seguir para todas las mujeres de este hemisferio por ser una mujer que sólo pudo quebrantarse con la muerte. 

martes, 24 de abril de 2012

Un asesino serial en cada hijo te dio

Decían en la materia de Antropología General que todo lo humano es cultura.

La forma de nacer, de sobrevivir, de comer, de enamorarse, de sentir, de percibir, de saber, de conocer y, claro, de morir… Todo es cultural. Vemos documentales en la televisión de cómo perciben otros grupos humanos, otras poblaciones en diferentes puntos del globo, el amor, la convivencia, el entretenimiento, la subsistencia, el trabajo, el aprendizaje… En cada caso, en cada grupo y hasta en cada individuo es diferente esta percepción y el cómo se afronta…

Lo que es constante en casi todas las culturas es que la muerte es una tragedia.

En mis años pre-universitarios tuve un amigo bastante cercano. Es como de mi edad pero para sus veintipocos años (en ese momento) ya había tenido una vida digna de una de esas épicas novelas latinoamericanas revolucionarias.

Cuando yo lo conocí ya llevaba algunos años viviendo en la periferia de la Ciudad de México. Era salvadoreño pero hablaba con un acento muy extraño, como de mexico-americano achilangado. Me simpatizaba mucho porque era de los pocos de toda la bandita aquella que les interesaba aprender sobre cualquier tema. Una vez que vio lo que estaba empezando a estudiar quería que solo le hablara de culturas prehispánicas. A cambio, él me contaba sus historias.

Así escuché sus historias infantiles en una ciudad en donde la muerte no era un asunto de mucha importancia sino igual de trascendente que la afluencia de agua. Contaba que en las noches sólo se oía el ruido de la metralla y gente corriendo en la calle, ante lo cual toda la familia tenía que dormir debajo de las camas. En las mañanas se hizo normal salir a la calle y ver pilas de muertos en las aceras y en las esquinas. También se le hizo normal jugar en las calles toreando balaceras y enfrentamientos entre los rebeldes y el ejército.

Sus historias de mojados en donde la vida vale exactamente lo mismo que tu mochila y donde todo (en verdad, todo) depende de a cuál tren te subas o cuál te deje… Aunque pasaron muchas cosas en el viaje y en efecto perdieron a varios compañeros en el trayecto, pudieron llegar sanos y salvos hasta Los Ángeles.

Así me contó la saga completa de Richard Ramírez, que tenía a toda la comunidad de Los Ángeles en vilo… Así me contó de primera mano lo difícil que es vivir y morir en Los Ángeles a salto de mata y siendo ilegal tanto para la sociedad legal como para todo el resto de la gente, siendo que no encajaba para nada en la comunidad hispana y cómo las demás minorías lo menospreciaban.

Él jamás lo expresó así pero su pensamiento era que mañana seguramente todo terminaría, así que solo quedaba vivir al día. Literalmente no habría mañana.

A pesar de haberse ya cohesionado con la cultura mexicana había un detalle que le costaba trabajo comprender:

- ¿Por qué aquí les da tanta alegría la muerte? Está bien que tampoco hay que ser tan dramáticos pero aquí parece que les da risa…

En ese momento le di la explicación académica que el sincretismo entre las tradiciones prehispánicas y europeas hacen que tomemos el Día de Muertos como una fiesta en donde nos burlamos de la muerte como única defensa ante su inevitabilidad y bla, bla, bla… Me acuerdo que se me quedó mirando con una expresión como de no entender nada de lo que le estaba diciendo para luego mirar hacia otro lado. Tiempo después, entre chela y chela, insistió “Es que los mexicanos deveras encuentran la muerte divertida… Y no es una cosa de fiestas o de días… Es de siempre…”.

Y ahí yo no entendí lo que me estaba diciendo, lo admito.

Pocos años después (quizá dos… O tres) nos hallamos varios miembros de ese grupito de amigos, algunos ya con pareja y -entre cervezas y demás bebidas espirituosas- alguien sacó una película. Se trataba de una parte de la famosa serie Faces of Death, en donde se muestran, a manera de documental, diversas muertes reales capturadas en video de manera accidental.

Ahora, el grupito extendido no era sólo de un montón de mexiquenses clasemedieros ebrios y un salvadoreño sino también de la novia de éste (una chica italiana muy sonriente) y un par de amigas de ésta… Una brasileña y una mexicana de alguna parte del norte del país.

Y ahí por fin –al notar las distintas reacciones de cada persona que atendimos a ver esa película- medio entendí lo que mi amigo me había querido decir sobre la actitud mexicana ante la muerte.

Ni uno solo de los mexicanos ahí reunidos respingamos al ver sangre, muerte, sesos desperdigados, tripas, y toda clase de fluidos humanos derramados. Vimos el suicidio de un empresario capturado en video sin alterar nuestra expresión, vimos el video de la muerte de Luis Donaldo Colosio como si viéramos la repetición de un partido de futbol, vimos un raro video de una masacre en Rwanda… A veces hasta con una sonrisa en la comisura de la boca.

El amigo salvadoreño tenía una expresión sorprendida ante todo el espectáculo. No de miedo sino de esa sorpresa perenne que debiera ser afrontar de primera mano a la muerte… La italiana y la brasileña estaban horrorizadas y la palabra puede quedarse corta. La italiana parecía a punto de llorar y la brasileña parecía a punto de derrumbarse también. La norteña parecía interesada pero también exhibía un desapego emocional casi helado… Una actitud de “Ah, si… Esas cosas pasan”.

En el momento quise racionalizar esto como que los mexicanos que ahí estábamos éramos jóvenes clasemedieros semieducados por la televisión, en donde escenas similares eran cosa de todos los días.

Pero vamos… Bajo ese entender nuestro amigo salvadoreño DEBÍA de tener la misma actitud que nosotros y aunque -a diferencia de su novia italiana- la película no se le hizo un espectáculo lamentable y repelente si se le hizo como un material que debía ser manejado con cuidado y que no debía de dejarse al alcance de cualquiera…

O sea, éramos la gente que NO había tenido contacto directo con la muerte a las que aquellas imágenes se nos hacían más naturales. Nuestro amigo salvadoreño había crecido tuteando a la muerte y teniéndola de cerca como una compañera de viaje más y aún así le tenía un férreo respeto. La trataba con naturalidad y despreocupación pero si le tenía respeto.

Pero aún no veía el punto central de lo que pasaba. Tardarían años antes de que lo pudiera siquiera vislumbrar…

A mi amigo le perdí la vista hacia 1996… Hasta donde sé, luego vivió un tiempo en Zipolite, Oaxaca antes de empezar su verdadero vagar. La última vez que tuvimos noticias de él (allá por 2009) estaba viviendo en Florencia, Italia…

Pasó mucho, mucho tiempo. Para el cambio de año de 2009-2010 yo estaba asilándome (es la mejor expresión que hay ya que no se puede decir que estuviera viviendo ahí) en San Martín de las Pirámides, Estado de México. Motivo: trabajo.

En algún otro espacio mencioné que de hecho había vivido en Teotihuacán (el municipio adyacente) unos años atrás y que esa era mi segunda temporada de habitar el Estado de México profundo. Sin embargo, en aquella primera temporada yo estaba completamente metida en el ambiente laboral y/o social (en ese tiempo era lo mismo) y que obedecía las mecánicas de comportamiento de la gente que me rodeaba sin siquiera pensar en ello. En ese tiempo asumía que a tierra que fuere debía hacer lo que viera sin poner en tela de juicio nada y participar activamente en las ideas y costumbres de la comunidad.

En esta segunda etapa estuve como más despierta, más lúcida y (mucho) más crítica de lo que pasaba a mi alrededor. Esto, como parte de una transformación personal que no viene al caso detallar pero también porque esta vez tuve algo que la primera vez no tuve: una intérprete de lo que veía y que me lo narraba de primera mano. Alguien del pueblo que si veía las cosas como eran y no tenía miedo a expresar su opinión.

La primera vez entreveía que la gente del pueblo era muy machista (hombres y mujeres por igual) y aunque podía estar en desacuerdo con sus ideas en realidad no me interesaban. Ahora oía las opiniones auto descalificativas de las mujeres, ensalzando las características masculinas y no podía evitar entrar en cólera. Antes veía que la violencia y la negligencia eran lo normal en la actitud de la gente y se me hacía una actitud provinciana casi encantadora pero ahora lo veía como peligroso. Esa desidia por procurarse su propio bienestar, ese abandono ante su propia condición. Esa decisión a seguir votando por los candidatos más dañinos mientras tanto les regalen lonas y cubetas. Esa falta de preocupación por su propia seguridad…

Y tardé un tiempo pero ahí lo entendí por fin.

La cultura mexicana es inevitablemente una cultura provinciana y rural. Más de cuatro quintas partes de la población del país viven o provienen de pueblos pequeños y cerrados como San Martín de las Pirámides… En pueblos donde aún hay patriarcados y una mentalidad que premia y promueve las conductas violentas y de humillación a los demás, especialmente si son grupos considerados “débiles”, como las mujeres o los niños. Sociedades en donde se alienta la competencia y la descalificación, aunque sea en las cosas más estúpidas (tipo partidos de futbol improvisados) o intrascendentes. Sociedades en donde lo que se sale de lo que ellos consideran “normalidad” debe ser violentado y erradicado de inmediato, en un intenso temor a Lo Otro, Lo Diferente.

Son pueblos completamente embebidos en una absurda y casi medieval doble moral, en donde se exige un comportamiento aparentemente íntegro pero se alienta un comportamiento desordenado, negligente y criminal en tanto no trascienda más allá del silencio cómplice de género. Y esto aplica para tanto hombres y mujeres.

En resumen, un paisaje en donde gobierna el machismo en su peor aspecto. Un ambiente en donde la muerte y el crimen son omnipresentes y tododopoderosos.

En verdad al mexicano le divierte la muerte. Desde época prehispánica nuestra cultura está llena de elementos mórbidos y se mueve toda alrededor de ellos. Le gusta ver el dolor, el sufrimiento, la agonía, el desconsuelo, siempre que sea inflingido a otra persona (¿Por qué el éxito de las obras donde se escenifica la Pasión de Cristo). El mexicano se divierte y se regodea en la sangre, en las tripas, en el universo gore en el que está inmerso su cultura. Y lo hace porque esa dominación machista del pensamiento provinciano le mueve a creer al mexicano promedio que es más macho si se divierte con el sufrimiento ajeno.

Tras entender esto me di cuenta que si en México no existen muchos asesinos seriales identificados no se debe a que no existan, sino porque la gente aquí ve como algo muy normal que haya verdugos autoproclamados caminando entre nosotros y que inclusive los ayudan porque son un modelo de conducta a seguir. En el caso de los que llegaron a ser detenidos fue por suerte (El caso de Juana Barraza La Mataviejitas o de José Luis Calva Zepeda) o porque llegaron a molestar a alguien con más autoridad que ellos (Goyo Cárdenas, Las Poquianchis) ¿En verdad alguien hubiera denunciado a El Coqueto si no hubiera dejado viva a su última víctima? No, el mexicano no es así. No queremos ser los chismosos, los que se ponen a intervenir en los asuntos de los que exhiben poder físico, político o económico. No aspiramos a seguir la ley, aspiramos a romperla y hacer lo que queramos.

Esa es la esencia mexicana.

Un asesino serial en la provincia rural pasaría inadvertido, es la verdad. ¿Cuál es la triada de MacDonald que apunta a un comportamiento violento desde temprana edad? Incendios provocados, crueldad hacia los animales y enuresis (mojar la cama). Si uno se da un paseo antropológico por el México provinciano se dará cuenta que los dos primeros puntos son hasta estimulados y recomendados como juego entre los varones: quemar y matar animales torturándolos… Y de lo tercero NADIE va a hablar porque no es de machos orinarse en la cama. A través del desarrollo de éstas personas continuamente se le seguirán promoviendo y auspiciando esas conductas violentas y criminales hasta que desarrollen una psicosis y comportamientos francamente antisociales que –a su vez- resultarán en ejemplos y modelos a seguir para las nuevas generaciones.

Piensa, oh patria querida que el cielo un asesino serial en cada hijo te dio.

Teniendo en cuenta eso nos queda claro por qué México está sumiéndose más y más en la violencia. No son los tiempos y la descomposición social lo que nos arrastran (aunque bueno, tampoco ayudan) sino la decadencia de una cultura anquilosada y casi feudal que nunca estuvo a la altura de los tiempos. Mientras sigamos promoviendo esta cultura de muerte y destrucción este país seguirá cayéndose a pedazos.

Ante tal escenario me doy cuenta que no puedo ni modificar ni cambiar un ápice de la realidad en que estamos inmersos en este país. Ni hoy, ni mañana ni en 50 años. Ni yo sola ni 100 como yo. La gente está demasiado integrada en su ignominia para poder siquiera ver lo que les trato de decir. Hey, si hasta yo tardé hasta 15 años en poderlo siquiera vislumbrar…

He imaginado, entonces, que nosotros, lectores mexicanos acostumbrados a las sangrientas portadas de diarios -donde se muestran decapitados, desmembrados, balaceados, desollados, quemados y demás- que abarrotan cada esquina de nuestras ciudades a tal punto que ni siquiera lo vemos como algo a lo que se le deba prestar atención debamos empezar a forzar a verlo, aunque sea gradualmente y aunque sea con un poco de riqueza y un poco de buen gusto.

Es como dice Thomas De Quincey en su obra “Del Asesinato como una de las Bellas Artes”: Nos debe horrorizar el aspecto ético del asesinato, pero si no hay forma de evitarlo y sólo tenemos forma de atestiguarlo sin poder intervenir ¿Qué se puede hacer? Lo único que queda es tomar asiento y observarlo por sus méritos estéticos. Después de todo, si nos ponemos estrictos sería un subgénero dramático: un happening, un performance al que hay que apreciar por las habilidades de su autor, por las circunstancias en que está envuelta la obra y el mensaje total en el subtexto del ambiente en que se haya inmerso.

No finjamos demencia. Como mexicanos sabemos apreciar las carnicerías, las masacres, la crueldad y la deshumanización. Es mejor aquilatarlo y sentarse a observarlo, no con alarmismo, no con la estúpida doble moral con que queremos ver todo, sino apreciarlo como lo que es: una obra humana que puede ser probada estéticamente y que puede enaltecer los sentidos. Una obra cultural.

Mi idea, con este blog, es exponer el asesinato y la muerte de manera artística, fluida, con el objetivo de ir volviéndolos a integrar en nuestra vida emocionalmente. Si bien ya no podremos ver al crimen como algo reprobable o repudiable tampoco lo veremos como una parte más del paisaje… Por lo menos nos obligaremos a apreciarlo y no dejarlo de lado, como la piedra en medio del camino o la pintura de las casas. Lo veremos como algo trascendental, y espero que con el ejercicio de detenerse y apreciar los detalles seamos capaces de sentir algo… Pena, irritación, angustia… Algo que nuestra educación y nuestra cultura (que se ha evadido de la empatía) nos han impedido sentir.

Quizá sirva. Es mejor que lo haga. Hay casos que he estudiado para integrarlos que me han angustiado. Espero que les cause un efecto similar. Que se identifiquen con algo, que sientan algo, que aunque no lo reprueben o les lleve de horror por lo menos les haga pensar.

Otra vez. No puedo lograr que haya un cambio en la cultura mexicana. Es una misión imposible luchar contra casi 2000 años de símbolos e ideas preestablecidas. Sin embargo quizá logre que algunos lectores puedan sensibilizarse otra vez ante el asesinato. Ya sería un adelanto.

El ser humano es quien hace las obras del Diablo, y el Diablo está metido en cada hombre. Por eso hay que ponerle siquiera un poquito de corazón y belleza. Confíen en mí. Les va a agradar el viaje, lo se… 

Hola de nuevo, Mundo cruel...

Okey.

Ya sé que la (odiosa) pregunta que van a hacer constantemente es “¿Por qué dejaste de escribir en tu blog anterior?” ó “¿No piensas tratar más esos temas?”, así que la responderemos lo mejor posible, simbólicamente porque, en efecto, no pienso volver a abordar el tema de mi identidad y o mi tratamiento médico ni nada cercano a eso JAMÁS (Lo cual –asumo- ya les responde parte de la pregunta). Ni por equivocación, ni porque sea necesario, ni porque lo necesiten. Si necesitan leer sobre el tema por el que tradicionalmente me asocian o les urge “ayuda” al respecto les sugiero se vayan a otro espacio que si lo vaya a tratar.

¿Vale?

Es más, de una vez voy a decirlo: No responderé preguntas de ese tema bajo ninguna circunstancia y si alguien hace un comentario al respecto lo borraré sin que alcance a ser publicado. Por algo soy Dueña y Señora de este espacio y yo si ejerceré censura.

Je… Ya se siente más vacío el espacio…

Bueno, pero las (muy pocas) personas que más bien si se preocupan en mi historia y mi transcurrir se preguntarán las razones en mi vida que me hicieron tomar la decisión de darle la espalda a todo un estilo de vida y a un auditorio cautivo que esperaba que en algún momento mis desvaríos histéricos les dieran algún tipo de perspectiva sobre su propia vida.

A todos ellos les puedo resumir mi resolución con la paráfrasis de la letra de la canción Wish You Were Here de Pink Floyd:

Intercambié un papel como extra en una guerra por un papel principal en una jaula.

Entiéndanlo como les plazca.


Si necesitan que me extienda más, hace poco hallé una canción popera que –según yo- queda como anillo al dedo. Se llama Spaceman, es de Harry Nilsson y es de 1972:

Bang, bang, lánzalos al Destino/Bang, bang, lánzalos a la Luna/Bang, bang lánzalos un, dos, tres/Yo quería ser un hombre espacial, eso es lo que yo quería ser/Pero ahora que soy un hombre espacial a nadie le importo/Oye, Madre Tierra, ¿No me quieres devolver al mar?/Pero dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas es todo lo que me dice/Quería tener una buena carrera, quería llegar a la Luna/Yo sabía que tenía que ser divertido/Les dije que me enviaran lo antes posible/Yo quería ser un hombre espacial, yo quería serlo en verdad/Pero ahora que soy un hombre espacial preferiría estar en la plataforma de lanzamiento/ Oye, Madre Tierra, ¿No me quieres devolver al mar?/Pero dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas es sólo una locura/Vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas, así que bájame/Vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas de regreso al piso/ Oye, Madre Tierra, ¿No me quieres devolver al mar?/Pero dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas es todo lo que me dice/Sabes que quería ser un hombre espacial, eso todo lo que quería ser/Pero ahora que soy un hombre espacial a nadie le importo/Oye, Madre Tierra, es mejor que me bajes/Ya he soportado todo lo que puedo/Pero dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas es el problema del hombre espacial.

Si, si estoy loca, ajá… (¡Eso es haaaarto sabido!) Pero si hay una correlación muy lógica. De hecho creo que hasta les dije de más.

Pero si aun así necesitan que les garantice que estaré bien… No puedo hacerlo… En verdad no…

Yo no sé que pasará mañana pero lo cierto es que aunque este blog está comenzando está diseñado para tener un pretencioso bajo perfil y no llamar mucho la atención. No hablaré de situaciones de mi vida ni intenta ser mi diario ni ninguna de esas mierdas. En realidad es un ejercicio filosófico-estético y aunque los temas puede que lleguen a ser quizá polémicos y quizá de su interés no van a hablar más que lo estrictamente necesario sobre mis propias experiencias (La próxima entrada será en la que más me explaye sobre mí misma y luego procuraremos olvidarnos de la autora ¿Vale?) y trataré de desvanecerme en los tópicos que trataré. La autora no existe, sólo existe el escrito y eso es de lo que deben ser conscientes.

Así que para centrarlo bien, quiero terminar con una frase raramente optimista que estoy usando en estos días y que le puede servir a la desubicada persona que a pesar de haber leído esta entrada aún esté empezando a escribir como comentario algo así como “Hola, seguí con atención tus blogs anteriores y quiero que me apoyes con mi propio tratamiento…” (Te lo voy a borrar, no te apures ni te esfuerces ;)):

No siempre puedes obtener lo que quieres pero si te esfuerzas podrás lograr tener lo que necesitas”. Mick Jagger, 1970.